martes, 27 de diciembre de 2011

La ética de Mastropiera

Para hablar de ética es indispensable que me presente: me llamo Ergo Tácito (ya se, feo nombre, pero así me bautizaron). Soy un hombre que conoció el mar cuando ya sus cabellos eran blancos.

Soy hermitáneo y el mar es mi conexión con el cosmos.

De más está decir que todas las horas que puedo, paso contemplando. Como el romper de las olas en la playa y la infinitud del horizonte me obsequiaron el don de la telepatía, así conocí a Mastropiera y sus amigos.

Pero ella es algo único, no sólo en el mar sino en el Reino.

De joven leí "el hombre mediocre" de José Ingenieros. Ese libro declara que las máximas virtudes son tres: el heroísmo, la santidad y la genialidad. 


Tarde demasiado tiempo en darme cuenta que mi amiga telépata reunía en ella esas virtudes y otras mas: inocencia, bellesa, generosidad. Pero también tiene su carácter. Es misteriosa, cómo entenderla? sólo a través del Amor Universal, desinteresado, genial, heroico.

Antiguamente el mundo viejo encargaba trabajos así a un tal hércules.

Posiblemente el mundo nuevo se inspire en los actos de Mastropiera. 

Los peces no saben lo que es ética.

Mi amiga la practica mejor que un humano.
Me gusta meditar a orillas del mar.

El terrible Toga se encuentra con Mastropiera

El mar es muy grande y contiene muchos misterios, como la tierra. Cómo saber si un encuentro es casual o no? Cielo, tierra y mar contienen este misterio insondable. Yo arriesgo un refrán: "Toda carta tiene contra y toda contra se da", y si el terrible Toga es de lo más perverso, tarde o temprano se encontraría con Mastropiera, que es todo Amor... y así fue.

Sucedió en uno de los tantos viajes que nuestra amiga realizaba, esta vez, en compañía de dorados, que al verla pequeña (pero con escamas perfectas de ese color) la creyeron un alevino, una cría pequeña, y la adoptaron sin problemas. 

Fue un viaje largo, pero sin contratiempos, en el cual escuchó que se dirigían a un encuentro con el Amado Líder: parte hombre, parte sirena (las sirenas existen) y con una hermosa túnica que brillaba igual que ellos. 

Cuando llegaron ella lo vio y sintió una fuerte influencia telepática que la inducía a algo que los hombres llaman "fanatismo" Que grande sos! le decían los dorados sin pudor. Pero Mastropiera no era un dorado y no era fanatizable por nada ni por nadie, ni siquiera por el Amor (pues sabe que hay que enojarse cada tanto).

Ya en estado de alerta cambió su color al de las turbias aguas del entorno del toga, de esta forma se hizo invisible para examinar más de cerca a este extraño ser.

De aquí para allá, de abajo a arriba y ya lo supo: era un pulpo disfrazado. Hasta llegó a recordar un viejo chiste mío: "Todos los pulpos son capitalistas", y se rió como ella sabe. 

Pero la cosa no era para reírse porque el barco pesquero se encontraba sobre ellos, y eso significaba una sola cosa: estaban todos en una trampa mortal, y no había tiempo que perder.

Como ya dije, Mastropiera sabe que hacer y es valiente, así que se acercó por la retaguardia al Terrible y desató el cordel que sujetaba su toga. Esta se desprendió en una fugaz corriente del agua y los dorados vieron a su "líder" tal cual era: un pulpo farsante y entregador.

A distancia prudencial nuestra amiga vio el terrible espectáculo: Preferimos un enemigo a un traidor! rugieron los tigres del río. y acto seguido atacaron al pulpo farsante, justo antes de que se levanten las redes.

Los pescadores hallaron en esa pesca tan sólo una toga de escamas de dorado, unas manos humanas embalsamadas y un par de patas de rana. Era evidente, perdieron a su socio entregador.

Ya encontraremos otro, lo importante es que recuperamos las manos (dijeron).

lunes, 12 de diciembre de 2011

A Mastropiera le gusta el chocolate

Cuando me lo dijo quede perplejo ¿Cómo habrá conseguido su primera ración? ¿Sigue dándose el gusto? Lamentablemente la comunicación telepática que tenemos se interrumpió por la irrupción de un lujoso yate que navegaba acercándose al arrecife.
En ese yate estaba la respuesta a mi pregunta, pues pertenece a Ricardo Forr, un auténtico pelmazo con aires de buceador. Este Forr es un magnate de la industria del chocolate, perdón por la rima.
Como buceador no supo aprovechar el privilegio de amar la vida submarina, pues ese no era su plan, sino su coartada. 
Luego de mostrarse deportivo y playboy esperaba a que todos sus invitados se durmieran y entonces cumplía su verdadera misión: se deshacía de la mercadería que no cumplía sus estándares de calidad del producto.
Dentro de su mundo de chocolate no había lugar para envases feos y eso lo obsesionaba tanto que, periódicamente acudía con la misma excusa y hacía la misma fechoría (yo mismo lo vi).
Mastropiera es misteriosa, telepática y amante del chocolate. Nunca me confesó como consigue darse ese gusto.

Por Electro.